Wednesday, April 27, 2005

El Seminarista De Los Ojos Negros

Crecí con judíos y árabes, enemigos mortales durante el día, en los negocios, pero amigos y compañeros por la noche. Viejos exiliados de patrias que los ignoraron cuando vivían ahí y los olvidaron en cuanto se fueron, se hicieron amigos porque nadie mas recordaba el olor del mediterráneo, y el seco y frió viento del desierto, y la guerra mutua que compartían—aunque en su tiempo fuesen adversarios. Jugaban backgammon y comían cabras. Tomaban ron y compartían los descubrimientos de su nueva tierra.

Entre estos estaba la poesía. El viejo, mi viejo, pasaba horas hablando de poemas, o recitando, u oyendo a otros recitar. Recuerdo que tenían un juego en el que se comunicaban con puras líneas de poemas. El chiste era tener una conversación común, de temas políticos o lo que fuera, pero usando solo líneas de poemas famosos que todos conocieran. Así pasaban horas. Nosotros los niños no divertíamos muchos oyéndolos.

Uno de los poemas que mas recuerdo, tal vez por la melancolía que los viejos demostraban al recordar amores perdidos, era este. He aquí, por ellos, los que ya no recitan mas poemas:


El Seminarista De Los Ojos Negros

Desde la ventana de un casucho viejo,
abierto en verano, cerrado en el invierno
por vidrios verdosos y plomos espesos,
una salmantina de rubio cabello
y ojos que parecen pedazos de cielo,
mientras la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo,
marchan en dos filas pausados y austeros,
sin más nota alegre sobre el traje negro
que la beca roja que ciñe su cuello
y que por la espalda casi roza el suelo.

Un seminarista, entre todos ellos,
marcha siempre erguido, con aire resuelto.
La negra sotana dibuja su cuerpo
gallardo y airoso, flexible y esbelto.

Él solo, a hurtadillas y con el recelo
de que sus miradas observen los clérigos
desde que en la calle vislumbra a lo lejos
a la salmantina de rubio cabello
la mira muy fijo, con mirar intenso.
Y siempre que pasa le deja el recuerdo
de aquella mirada de sus ojos negros.

Monótono y tardo va pasando el tiempo
y muere el estío y el otoño luego,
y vienen las tardes plomizas de invierno.
Desde la ventana del casucho viejo,
siempre sola y triste, rezando y cosiendo,
una salmantina de rubio cabello
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.
Pero no ve a todos; ve sólo a uno de ellos,
su seminarista de los ojos negros.

Cada vez que pasa, gallardo y esbelto,
observa la niña que pide aquel cuerpo
marciales arreos.
Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirle: "¡TE QUIERO..., te quiero!...
¡Yo no he de ser cura, yo no puedo serlo!...
¡Si yo no soy tuyo, me muero, me muero!..."

A la niña entonces se le oprime el pecho,
la labor suspende y olvida los rezos,
y ya vive sólo en su pensamiento
el seminarista de los ojos negros.

En una lluviosa mañana de invierno
la niña que alegre saltaba del lecho
oyó tristes cánticos y fúnebres rezos:
por la angosta calle pasaba un entierro.
Un seminarista, sin duda, era el muerto,
pues cuatro llevaban en hombros el féretro
con la beca roja encima cubierto,
y sobre la beca el bonete negro.
Con sus voces roncas cantaban los clérigos;
los seminaristas iban en silencio,
siempre en dos filas hacia el cementerio,
como por las tardes al ir de paseo.
La niña, angustiada miraba el cortejo:
los conoce a todos a fuerza de verlos.
Sólo, sólo faltaba entre ellos
¡el seminarista de los ojos negros!...

Corrieron los años, pasó mucho tiempo...
y allí en la ventana del casucho viejo
una pobre anciana de blancos cabellos,
con la tez rugosa y encorvado el cuerpo,
mientras la costura mezcla con el rezo,
recuerda muy triste las tardes de antaño,
¡al seminarista de los ojos negros!...

Miguel Ramos Carrión

7 comments:

Karlos said...

se nota que te reencanta la poesia

melinama said...

Those quotation games - you read about them in English novels, too - people couldn't do that, these days. Nobody reads enough, or at least, nobody memorizes anything. They'd need a poetry one-liner website.

Mamacita (The REAL one) said...

You should set up a contest for all of us!

Zee said...

Leí el poema en voz alta. No tenía idea de cuanto extrañaba la poesía en Español.

Gracias Miguel, por compartir esta linda historia de amor. Aún más, gracias por tan lindos recuerdos de tus viejos. Yo extraño mucho a los míos, con sus poemas y canciones, su sabiduría y su amor.

Anonymous said...

Miguel te agradezco infinito..por tener posteado este poema que amo desde hace mucho tiempo y nunca lo habia vuelto a encontrar. siempre pense que era de Pablo Neruda..y nada que ver... gracias de nuevo..

Anonymous said...

Miguel hace 22 primaveras atras me encontraba en una libreria llamada Macondo. En aquel dia halle un libro de hermosos poemas el cual llego a ser muy querido por tener muchos de mis favoritos poemas como "El Seminarista de los ojos negros" "Porque deje el vicio" entre otros. Hoy Junio 22, 2006 he regresado por tercera vez a la libreria buscando una copia de este mismo libro ya que hace un tiempo atras por X motivos se me extravio. Un millon de gracias por tu generosidad.

Rubén Sada said...

Sin lugar a dudas, es de lo mejor y muy emotivo, este bellísimo poema.
Un clásico de la literatura española.
Así que también lo acabo de publicar en mi sitio de poesías en español, aquí:

http://rubensada.blogspot.com/2008/03/el-seminarista-de-los-ojos-negros.html

Así que muchas gracias por recomendarlo, y veo que compartimos los mismo gustos. Un cordial saludo.